domingo, 25 de abril de 2010

Fortuño presenta Presupuesto

domingo, 4 de abril de 2010

Un momento luminoso

Muy pocas veces el proceso político produce momentos luminosos. La firma por Barack Obama de la Ley de Reforma de Salud, constituye uno de esos pocos momentos en la política norteamericana de los últimos 50 años. De paso, el Presidente estadounidense aprovechó para aplicarle una buena dosis de oxígeno a una administración que comenzaba a desfallecer. Todo en la antesala de las elecciones congresionales de noviembre próximo. Ya cuando nadie lo esperaba, Obama demostró que el liderazgo sigue siendo un factor determinante para el cambio social.

El fervor antigubernamental logrado por los republicanos a finales del siglo XX -el gobierno es malo en tanto no se dedique a favorecer lo privado- sufrió un importante revés al aprobarse la reforma que por más de 70 años habían fallado en conseguir las administraciones demócratas. Comenzando con el Seguro Social de Franklin Roosevelt en plena Gran Depresión, antes de Obama sólo el genio legislativo de Lyndon Johnson pudo conseguir el Medicare en 1965. Desde entonces no había podido pasar legislación protectora de la salud en la más rica de las sociedades contemporáneas.

La gran lección para los que observamos el doloroso proceso de convertir en ley esta reforma, por encima de la bochornosa obstrucción del complejo médico-industrial estadounidense, es que el involucramiento personal de los que ostentan el liderazgo es fundamental a la hora de producir resultados. El no haberlo hecho a tiempo dejó fuera la opción para un plan de salud gubernamental; así como la tan necesaria reducción en los costos de los medicamentos y los cuidados hospitalarios.


Aún así los logros han sido importantes. A partir de ahora, 32 millones de norteamericanos tendrán cubierta de salud, el fisco norteamericano ahorrará $138 billones en diez años y más importante aún, las aseguradoras ya no podrán negar servicios a quienes están enfermos. En resumen, no fue posible una revolución en el modelo de salud norteamericano, pero se logró una transformación que cambiará para siempre la manera en que Estados Unidos garantiza este derecho a sus ciudadanos.

En noviembre próximo, cuando los norteamericanos acudan a las urnas para elegir un nuevo Congreso, las posibilidades de que los demócratas sigan en control parecen haber mejorado. En ello han colaborado inestimablemente los republicanos que, faltos de agenda política y social, han recurrido al patético papel de oponerse a todo. Sin embargo, Obama todavía tiene que producir resultados en la creación de empleos, la recuperación fiscal, la agenda educativa y la reforma migratoria; por no hablar de la solución de los conflictos en Irak y Afganistán, si quiere trascender el 2010.

Si las cosas ocurren normalmente, muchos de estos objetivos que sirvieron de punta de lanza a su campaña de cambio, se quedarán en el tintero. De manera, que el éxito de la administración Obama y de su partido, dependerá de la capacidad para enfocarse en prioridades. Cuando menos, los estadounidenses esperan que les cumpla su palabra en cuanto a recuperación económica y que ajuste las cuentas con una industria bancaria y financiera que ha quebrado al país.

Mientras, en Puerto Rico el drama por la inclusión de la Isla dentro de la reforma ha dejado varias lecciones importantes. Siempre que nuestros políticos ponen el bienestar del País por encima de consideraciones partidistas se logra atender con justeza nuestras necesidades. Beneficiosamente, Puerto Rico recibirá sobre $8,000 millones para salud sin tener que pagar contribuciones federales. Lo obtenido nos lo hemos ganado con creces. Así pues, cuando se quiere, es posible trascender el debate de status para adelantar nuestras causas comunes.

Obama ha demostrado que todavía en política es posible lograr transformaciones a través del liderazgo. El suyo en este momento ha logrado lo que se perfila como uno de los grandes avances en el desarrollo social estadounidense. En Puerto Rico, el ejemplo de la reforma de salud norteamericana nos debe poner a trabajar en la agenda necesaria para que nuestra política comience a producir nuestros propios momentos luminosos.