lunes, 14 de febrero de 2011

El PPD en el siglo XXI

Esta semana se conmemoran 113 años del natalicio de don Luis Muñoz Marín. Como de costumbre, se celebran sendas actividades de recordación. Curiosamente, los mensajes de este año estarán a cargo de los últimos dos gobernadores electos como candidatos del partido fundado por Muñoz en 1938. Sila Calderón hablará en Trujillo Alto y Aníbal Acevedo Vilá hablará en Mayagüez. La casualidad o causalidad en la selección de ambos oradores es ideal para reflexionar sobre el futuro del partido político más exitoso del siglo XX.

El Partido Popular Democrático llegó al poder en 1940, representando una esperanza de cambio social y político en el Puerto Rico dominado por la Coalición Republicano-Socialista. El PPD puso en marcha un proyecto de reforma que incluyó la repartición de tierras y la industrialización. Este fue el medio para salir de la miseria y desolación que producían el latifundio, el monocultivo y el absentismo, aún después de medio siglo de dominación estadounidense.

El secreto de entonces fue aprender a caminar junto al pueblo, con sus luchas, con sus aspiraciones, con sus anhelos y con sus temores -fundados e infundados. Entonces se gobernó sin caer en la arrogancia de soluciones mágicas que adolecen de las mismas insuficiencias que pretenden resolver.

Hoy, como en 1940 el PPD tiene que convertirse en el agente transformador que hace tiempo dejó de ser. Aquellos que eventualmente accedan a su liderato deberán hablar claro. Tendrán que apartarse de la dañina ruta de las campañas modernas que van prometiendo quimeras, enamorando al electorado con mentiras para luego convertirlas en grandes decepciones. Es la hora de sincerarse con el País. Para ganar las elecciones hay que volver a ganarse su confianza.

Puerto Rico necesita buen gobierno. Un gobierno fundamentado en el olvidado principio de la justicia social. No se puede gobernar bien si no se cree en la capacidad del gobierno para servir como instrumento de justicia ante la pobreza. El discurso de Fortuño de que el gobierno no sirve y hay que sacarlo del medio dejará a Puerto Rico sumido en una profunda crisis de desesperanza cuando las quimeras de “más dinero en tu bolsillo” demuestren ser lo contrario de la prosperidad que predican.

Justicia social en nuestros días no es ponerles zapatos a los descalzos, que ya no existen, ni acabar con las lombrices en los estómagos hambrientos. Justicia social en el siglo XXI, es sacar del vicio a miles de jóvenes que diariamente se pierden en el mundo del narcotráfico y la adicción a drogas. Es atacar la dependencia y combatir el conformismo, productos de un discurso ideológico basado en la inferioridad. Es crear las condiciones para atraer inversión y poner a la gente a trabajar.

Justicia social hoy, es privilegiar por encima de los intereses de aquellos que sólo aspiran a administrar una nómina, un proyecto educativo de excelencia. Quizás hoy no sufrimos la desesperanza del analfabetismo con la que bregaron Muñoz y su generación, pero nuestros niños salen del sistema educativo sin las destrezas necesarias para tener éxito en la vida.

Justicia social en 2011 es rescatar un sistema que obliga a los profesionales de la salud a emigrar. Tenemos que enfrentar de una vez la falacia del acceso a una salud privatizada que en dos décadas ha contribuido a la quiebra del País y no ha resuelto la desigualdad de una salud para pobres y otra para pudientes.

Para volver a ser agente transformador el PPD tendrá que enfrentarse al dilema del status, negándose a meterse en el callejón sin salida de procesos diseñados para excluir puertorriqueños de la decisión. La clave tiene que ser luchar para que las opciones de nuestro futuro político siempre estén guiadas por los principios de consentimiento mutuo y autodeterminación.

El reto de este tiempo es mucho mayor que en 1940. Hoy nos enfrentamos a un Puerto Rico mucho más fragmentado, en el que se fomenta la confusión renegando de lo que somos. Quienes pretendan gobernar hoy deberán tener claro nuestro propósito de pueblo y una voluntad inquebrantable para adelantarlo.

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