lunes, 1 de febrero de 2010

Hay que crear empleos

En uno de los más inspiradores mensajes sobre el estado de la unión de un presidente estadounidense en época reciente, el miércoles pasado Barack Obama les pidió a los líderes norteamericanos solidaridad y patriotismo para enfrentar la presente crisis.

El primer año de Obama ha sido decepcionante porque las expectativas de cambio que su campaña a la presidencia creó, validaron el habitual espejismo diseñado por estrategas y publicistas a la hora de elegir un candidato. Barack Obama llegó a la Casa Blanca con el hálito de un héroe más que con las debilidades de un ser humano bien intencionado y capaz.

A poco más de un año dirigiendo la nación más poderosa del planeta, y con un Premio Nobel de la Paz concedido sin una sola gestión a favor de la misma, Obama enfrenta un complejo cuadro político, mientras Estados Unidos avanza hacia su decadencia económica en una espiral de desempleo que ronda el 10%. La situación es tan negativa que amenaza con arrebatarle el control del Congreso a los demócratas en las elecciones de noviembre próximo.

La insatisfacción principal de los norteamericanos estriba en que el ansiado cambio no llega con suficiente rapidez como para convencerlos de que, como decía el candidato Obama, se puede. La reforma de salud se encuentra atascada en un Congreso en el que la fuerza de los intereses especiales puede más que la voluntad popular expresada en las urnas. La guerra en Irak y Afganistán no parece estar cerca de la retirada de tropas estadounidenses. Y como si fuera poco, el paquete de estímulo económico aprobado al inicio del cuatrienio no ha generado los empleos que necesita la economía para echarse a andar.

Por suerte para el Partido Demócrata, Obama posee el carisma y la claridad intelectual necesarios para aceptar los errores y proponer las políticas que puedan producir un reencarrilamiento de su gobierno. Así, el miércoles pasado el Presidente le propuso al Congreso usar $30,000 millones de las ayudas devueltas por Wall Street para que bancos comunitarios extiendan créditos a pequeñas empresas. Propuso también un incentivo fiscal para empresas que contraten empleados o mejoren los salarios que pagan actualmente. Además, exigió con inusual firmeza que le remitan lo antes posible un plan federal para la creación de empleos. Donde Bill Clinton dijo: “It’s the economy, stupid”, Obama parece gritar: “It’s the jobs, you morons”.

En Puerto Rico, Luis Fortuño debe cumplir hoy su cita constitucional ante la Legislatura. Tendrá que hacerlo, ante el enfado creado después de uno de los peores primeros años de administración alguna en nuestra historia. Las políticas de despidos masivos de empleados públicos, privatizaciones en forma de alianzas publico-privadas, la pérdida constante de empleos en el sector privado y la insatisfacción de aquellos sectores empresariales que más cooperaron en su ascenso al poder, exigen que el Gobernador hable hoy sobre economía con la certeza que hasta ahora no ha podido transmitir.

No basta con que el Consejo de Economistas prediga una estabilización dentro de los próximos seis a nueve meses, para una economía cuyo producto nacional bruto se ha contraído entre un 4% y un 5% en el primer semestre del presente año fiscal, con las cifras del desempleo rondando el 17%. Tampoco basta con el anuncio de una reforma contributiva cuyos alivios para la clase media se concentrarán en los que ganan $20 mil o menos al año. Cuando en realidad nadie con ese nivel de ingresos forma parte de la clase media.

Aquí en Puerto Rico, como para Obama en Estados Unidos, la clave tiene que ser crear empleos. Los puertorriqueños esperan que su gobierno les trace hoy la ruta hacia nuevos empleos fundamentados en una economía capaz de competir exitosamente para atraer y generar inversión. Esperemos que hoy el plan para más y mejores empleos no dependa de que el Congreso nos conceda la estadidad.

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